LLEVANT - LES PLANES, L'EQUIP TRAMVIERO.
Sant Joan Despí, 1 de mayo de 2024.
Pegado a una zona de polígonos industriales y bloques de viviendas que a las 9:30 h de un Uno de Mayo se veía con un ambiente poco degradau se encuentra el Camp Municipal de Les Planes, donde el Llevant - Les Planes hace las veces de local. El estadio, a parte de dar la bienvenida a los coches que bajan desde la carretera B-23 hacia las poblaciones de Cornellà o Esplugues, recibe a los pasajeros del TramBaix en una parada que lleva el nombre del Club. El transporte no es excusa para no acudir a ver al equipo (nacido en 1983 fruto de una fusión) que como atestigua una afamada página de documentación debutó en primera división femenina hace una década, manteniéndose un par de años y volviendo la 2022-23.
Después de un pequeño paseo bicheando la zona y el estadio (incluso viendo de pasada a varias integrantes del equipo como por ejemplo las Gemelas Garrote) y tras no intuir ningún local en la ancha avenida que queda frente el gol norte, me acerqué a un par de bares, uno al lado del otro, que ya se encontraban despachando. Haciendo caso al consejo de ir donde hay gente porque ahí es donde se come bien, descarté el que estaba vacío y me metí en Los Faroles , un bar en el que no cabía un alfiler. El dueño me atendió por la ventanita que daba a la calle, donde las terrazas y los fumadores piden las consumiciones. Me dijo que aún quedaba alguna mesa en el otro comedor y me indicó la puerta, a simple vista un tanto difícil de descubrir entre la carpintería de aluminio y las cortinas del local.
Al abrirla se destapó el barullo de la gente que dentro disfrutaba de sus almuerzos de tenedor enmedio de charlas distendidas. Caí en la cuenta de que quizás el festivo causó esa alta demanda, cosa que no desmedra el éxito del local, si parpadean se quedan sin sitio. Estuve bien siendo cauteloso a la hora de pedir porque las raciones son grandes y con la bebida vino una tapa de encurtidos. Elegí unas bravas y media ración de jamón 5J. Las papas eran blandas y doraditas y el gusto de la salsa brava (casera y supongo que hecha a l'engròs para atender la alta demanda), bueno. El jamón estaba cortado gruesito, era del bueno y se acompañaba con pa amb tomàquet. No era el mejor pan del mundo pero estaba bien. Algún pequeño resto de frito ajeno (creo que era una hojita de alcachofa) en las bravas dejaba ver el trabajo a destajo para poder servir tanto y tan rápido; quizás también por eso no tengamos cosas como un corte de pernilet más apurau.
Pedí la cuenta cuando la camarera parecía un poco más aliviada de trabajo, mientras veía a la gente con sus cubatas de Magno, sus callos, sus porrones de vino, orujos de café y hierbas... Al final, refresco de cola, bravas y media de jamón por 21 €. Ni tan mal. Dejé propina. La carta en sí está llena de platos a precios populares con unas pocas excepciones para los días que lo merecen.